martes, 12 de abril de 2011

¡Qué miedo!

En esta entrada voy a tratar uno de los sentimientos más precozmente arraigados en el ser humano, el miedo. Los niños/as pequeños no tienen una idea clara de lo que significan conceptos abstractos como la bondad o la felicidad; en cambio aprenden enseguida a emplear el término “miedo”. Probablemente se deba a que, desde el principio de la humanidad, ha sido una herramienta que nos ha ayudado a evitar los riesgos, aumentando nuestras posibilidades de supervivencia, como una alarma constante que se anticipa a los verdaderos peligros.

El problema es que, llevado fuera de los parámetros de utilidad, el miedo se convierte en un freno para el buen desarrollo del pequeño/a.

Los niños/as más susceptibles de padecer fobias son los que han crecido sobreprotegidos, porque no tienen instrumentos para enfrentarse a los acontecimientos del día a día. Asimismo, los hijos/as de padres inseguros suelen desarrollar un carácter retraído y poco expeditivo.

La psicología conductista trata las fobias con eficacia a través de la denominada “terapia de exposición”. Se expone al niño/a gradualmente a aquello que le asusta hasta que se acostumbra y una huella positiva borra la negativa.

Por otro lado, como prevención, es importante que los padres/madres, docentes o personas cercanas al niño/a, controlen el tipo de películas que ven, ya que muchos terrores se desatan a partir de escenas truculentas que no son adecuadas para el público infantil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario