miércoles, 13 de abril de 2011

Una de modales

Los buenos modales son el primer paso del comportamiento civilizado, demuestran nuestra consideración hacia los demás. Nos ayudan a desenvolvernos tanto en el ámbito familiar como en las relaciones sociales con los demás. Los buenos modales se enseñan y se aprenden, para ello deben practicarse a diario, tanto en el hogar como en la escuela. Es muy importante tener en cuenta que los niños/as imitan los comportamientos de los adultos en general, por lo que se hace fundamental tener precaución en presencia de ellos; no podemos exigirles aquello que nosotros no ponemos en práctica.
• A través de este cuento podremos introducir a los niños/as en el mundo de los buenos modales, ya que los conocerán de una manera diferente a la que se conocen habitualmente.


Érase una vez una palabra diminuta llamada “Porfavor” que vivía en la pequeña boca de un niño.
Los porfavores viven en la boca de todo el mundo, aunque a veces la gente se olvida de que están allí.
Para que los porfavores estén sanos y felices, deben salir a menudo de la boca para tomar aire. Son como los peces en una pecera, que suben a la superficie del agua para respirar.
El Porfavor del que os voy a hablar vivía en la boca de un niño llamado Dick. Pero eran contadas las veces que tenía la oportunidad de salir. Porque Dick, lamento decirlo, era un niño muy grosero y casi nunca se acordaba de decir “Por favor”.
- ¡Dame pan! ¡Pásame agua! ¡Quiero ese libro!- así era como pedía las cosas.
Sus padres y hermanos estaban muy disgustados con él. Y el pobre “Porfavor” esperando la oportunidad de salir, mientras se debilitaba más y más.
Dick tenía un hermano, John era mayor que Dick, tenía casi diez años, y era tan educado como grosero era su hermano. Así que su Porfavor disponía de mucho aire y era fuerte y feliz.
Un día durante el desayuno, el Porfavor de Dick sintió que debía salir a tomar aire fresco, aunque tuviera que escapar. Así que huyo fuera de la boca de Dick e inspiró profundamente. Entonces echó a correr por la mesa y saltó dentro de la boca de John.
El Porfavor que vivía allí se enfadó muchísimo.
- ¡Fuera!- gritó -. ¡Éste no es tu sitio! ¡Es mi boca!
- Ya lo sé – contestó el Porfavor de Dick -. Yo vivo en la boca de su hermano. Pero me siento muy desdichado porque no me usa nunca. ¡No puedo respirar aire fresco! He pensado que quizá serías tan amable de dejarme quedar aquí un día o dos, hasta que me sienta más fuerte.
- Claro, por supuesto – contestó el otro Porfavor, compresivo -. Me hago cargo. Quédate si quieres, y cuando mi dueño me utilice saldremos los dos juntos. Es muy cortés y no creo que le importe decir “por favor” dos veces. Quédate tanto tiempo como quieras.

Esa noche, a la hora de cenar, John quería mantequilla y dijo:
- Papá, ¿me pasas la mantequilla, por favor- por favor?
- Claro – contestó su padre- . Pero ¿no eres demasiado educado?
John no respondió. Se había vuelto hacia su madre y le dijo:
- Mamá, ¿me das un panecillo, por favor- por favor?
Su madre se rió.
- Te daré el panecillo, cariño. Pero ¿por qué dices “por favor” dos veces?
- No lo sé –respondió John-. Es como si las palabras salieran solas. Katie por favor por favor, ¿puedes acercarme el agua?
- Bueno, bueno –comento su padre- . No hay ningún mal en que este mundo se empleen muchos “porfavores”.
Mientras tanto el pequeño Dick había pedido:
- ¡Dame un huevo! ¡Quiero leche! ¡Pásame la cuchara!- tan groseramente como era habitual.

Pero de pronto calló y escuchó a su hermano. Pensó que sería divertido hablar como lo hacía John, y lo intentó :
- Mamá “por favor”, pero no podía. Nunca podría imaginar que su pequeño “Porfavor” estaba sentado en la boca de John. Así que volvió a intentarlo y pidió la mantequilla:
- Mamá, ¿me acercas la mantequilla, p…?

Eso fue todo lo que pudo decir.
Así pasó el día. Todo el mundo se preguntaba qué les pasaba a los dos niños. Al llegar la ¡noche, estaban tan cansados y Dick se sentía tan contrariado que su madre les mandó a la cama muy temprano.
A la mañana siguiente, tan pronto como se sentaron a la mesa, el Porfavor de Dick volvió de nuevo a su casa. Había tomado tanto aire fresco el día anterior que se sentía fuerte y feliz. Y no tardó en volver a refrescarse porque Dick dijo:
-Papá, ¿me pelas la naranja, por favor?
¡Caramba! La palabra salió con una facilidad sorprendente. Sonó tan bien como cuando la usaba John. Esa mañana, John pronunciaba un sólo “porfavor”. Y desde aquel día, el pequeño Dick fue tan educado como su hermano.

• Podemos acabar poniendo el siguiente vídeo y, a continuación, hablar con los niños/as para que nos cuenten lo que han visto y lo que han escuchado en el cuento.

A continuación os mostramos un vídeo para reforzar los buenos modales con una canción:
http://youtu.be/_8PT3oziZuo

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